martes, 7 de abril de 2009

Testimonio de una Noche

Densos ríos subterráneos irrigaban capilarmente
el cuerpo de la metrópoli tendido en la noche,
ingrávido y translúcido tal un gran lagarto.

Pequeña sinfonía del nuevo mundo
Luis Cardoza y Aragón


Tenue es la luz del sol, se evapora en el horizonte y se pierde lánguidamente entre los edificios de la ciudad, constante y perezosa la noche se extiende, para rodearnos con su calidez. Esta noche soy poeta tomo el lápiz y papel y esbozo un autorretrato de mi ser. Soy guatemalteco, pertenezco a una generación post conflicto. Refiérame a ésta como una época después del CONFLICTO de mi nación, de mi familia, de mi propia sexualidad, de mi identidad como un latinoamericano que busca su lugar en el mundo. Éste es un tiempo de paz, una paz bañada en violencia y teñida de la sangre de una tierra que llora aún por el Pasado que “ya es muerto”, cuya esperanza es que “el Futuro es un feto”[1].

Vivo en un país sub-desarrollado al que las promesas políticas esbozan como “en vías de desarrollo”, pero a diario al transitar las calles veo las secuelas de las tiranías pasadas y contemplo sin querer los estragos de las tiranías futuras. La tierra que camino llora sangre, así que por la noche ofrendo a la Pacha Mama alcohol para curarle las heridas del corazón.

Soy uno más, un miembro de ésta generación, que por las noches se reúne a convivir, revivir, sonreír y sentir. Bajo el manto negro mi generación se congrega, lejos de los megatemplos del neoliberalismo, en el centro… el centro de nuestro universo. Cuando las luces neón se extinguen, las persianas metálicas al cerrarse como los ojos de gigantes de piedra cuando duermen, nos muestran los mensajes en grafitti de la protesta silenciosa, pero presente aún, palabras retorcidas que truenan en mi oído como los gritos que perecieron en gargantas revolucionarias ahogados por el dolor.

Aunque me defino y los defina con uno de los ismos (comunismo, socialismo, capitalismo, mercantilismo, feudalismo, tiranismo, feminismo, etc.), bebo del mismo vaso que mis coterráneos, me siento en las mismas mesas donde en realidad todos nos sentamos, porque en más de alguna ocasión, por azares del destino hemos caído a través de las cien puercas de la percepción.

Revoloteo como luciérnaga esparciendo mi luz por las noches del centro, mi centro. Soy una abeja escapada de la colmena que comparte su historia, como muchas de ellas, zumbea su cantar de una infancia perdida. Soy metalero, de playera negra que guarda el secreto de las obras de arte tatuadas en mi piel, porque es ésta como el libro que cuenta la historia de lo que vivo. Con moral y vaso en mano en la Cueva me bebo las historias imbuidas en las armonías de metales que nos traen el trueno de Odín.

Tengo Identidad, no de chapín sino de guatemalteco, aún así me identifico con lo que hay fuera de éste pequeño gran pueblo. Soy poeta, soy músico, soy atleta, soy humano, soy real, soy lesbiana, soy baletista y hasta un perro chovinista. Porto muchas máscaras, delicadas, traslúcidas pero distorsionadas ante el ojo poco entrenado, del observador que no se atreve a ver el trasfondo de ésta generación. Noche a noche nos reunimos y en la mesa discutimos, debatimos y reñimos de la sociedad, el hombre, el arte y la humanidad, buscando solución para los conflictos tan antiguos como las paredes que nos rodean.

En el pasaje mis hermanos de la chic boheme desfilan como gacelas esbeltas y erguidas, con un estilo propio, que no es más que la síntesis de lo de adentro y lo de afuera, colores contrastantes, trenzas, bufandas fosforescentes todos mezclados en figuras incandescentes que recorren el pasaje entre malabaristas, perros y trovadores. Nadamos juntos en sintonía de la música que solo puede ser percibida por un ente con conciencia y compromiso social.

Esta noche, alargada por mi vacilante y ebrio tránsito, en el pasaje fui testigo de cómo ella, una entre muchas, se desplegaba ante las luces de la disco improvisada en un pequeño bar, se abría como una orquídea ante su sociedad. Asimétrica y pura, su textura acanalada se ofrecía ante la oscuridad y así despertó recibida con un brindis por su generación. Chicos que besaban chicos, hombres besaban mujeres y a hombres también, una colectividad unida por un sentimiento de armonía en esta noche entonan juntos canciones que el tiempo les permitió apropiarse como parte de su historia individual.

Esta noche los señores feudales pagan, para bajar de sus tronos, por recorridos a través del centro para vernos. No sé si ignoran que lo que atestiguan, es la expresión de ésta generación que se manifiesta; verán solo la ropa, maquillaje y peinado si es que solo la superficie ponderan…. Una colectividad traslada su propia identidad no sólo en su apariencia y es que señores feudales lo que ustedes bajan atestiguar es la superficie de éste movimiento. Tras el velo de colores fosforescentes y figuras incandescentes existe una conciencia de una colectividad reducida, que sólo por el ojo del sabio observador puede ser percibida.

En una noche como esta, contemplo la exhalación que se escapa de sus labios y se transmuta en una forma fantasmal. Se eleva, parte de mi chispa, como vapor blanco que se pierde en la oscuridad de una noche más en mi Guatemala. Sabor a alcohol en mi boca, salgo a la noche que me envuelve y percibo que cada paso me lleva a profundizar en estas aguas, tonto será el que se pierda en su reflejo, proyectado en el espejo acuoso y difuso de esta generación. Pues el reflejo percibido en la superficie debe de ser comprendido como la proyección de su odiado yo. El reflejo se escapa para diluirse y es entonces mi cuerpo empieza a sumergirse.

Más allá de una noche, el presente nos muestra éstas profundas aguas que mi ser debe explorar, me invade el deseo de adentrarme en este mar primordial. Esta generación es como un mar con olas caprichosas, violentas y gigantescas, conmovedoras y grotescas, cuerpo de agua tan profundo del que solo hemos percibido la superficie, simplemente su faz.


[1] Poema 07
Luna Park
Luis Cardoza y Aragón

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