martes, 7 de abril de 2009

La Rentabilidad de Nuestro Patrimonio

“Hoy en día la gente sabe el precio de todo y el valor de nada”
El Retrato de Dorian Gray
Oscar Wilde



En un país donde el mercantilismo y el capitalismo están a la orden del día, rigiendo los procesos económicos, además del muy presente feudalismo, el ser poseedor de un bien patrimonial se convierte en un lujo que muchos propietarios no pueden costear.

Por lo que, el valor cualitativo del bien (la excepcionalidad que lo hizo acreedor de titulo de bien patrimonial de la nación) se ve relegada al segundo plano, siendo el valor cuantitativo (su precio) el protagonista ante los ojos del propietario, que indeciso frente a la disyuntiva de valor y precio se cuestiona: es rentable el patrimonio?

La rentabilidad de un bien patrimonial es de mucha importancia, en una era donde la frase “todo tiene un precio” es parte de nuestro vocablo, en un contexto como el nuestro, donde los precios exorbitantes de la canasta básica y la globalización hacen del patrimonio un lujo y una obligación.

Como técnicos es imposible determinar el precio de un bien patrimonial, que por definición posee un valor excepcional, por lo que no tiene precio. Pero a diario éstos inmuebles son alterados y destruidos por propietarios que simplemente no pueden costear su mantenimiento. Recordemos que “la conservación de monumentos implica primeramente la constancia en su mantenimiento”[1] y cuando el propietario no puede costear dichas intervenciones, acaece la lánguida destrucción del inmueble.

Partiendo de éstos casos particulares, donde hablamos de un solo bien patrimonial, podemos proyectarnos al Conjunto de Bienes Patrimoniales, en los cuales la pérdida de uno solo implica la alteración de todo el conjunto. Como ejemplo tenemos ciudades como Quetzaltenango, Antigua Guatemala, Huehuetenango, La Isla de Flores, Tikal, Yaxha, Aguateca, Waka Perú y otras que aunque no poseen relación temporal entre sí, en sumatoria constituyen el legado patrimonial de nuestra memoria histórica. El tiempo mismo y su singularidad las han convertido en el patrimonio de nuestra cultura, de nuevo la palabra invaluable surge cuanto hablamos de patrimonio.

Para muchos la rentabilidad de un bien proviene de la cantidad de dinero que el mismo genera, premisa que empuja a muchos propietarios y restauradores a encaminar la restauración a una versión caricaturalizada de lo que constituye patrimonio. Por tanto el patrimonio se tergiversa en la versión turística y atractiva, alejando a los proyectos de la concepción original del inmueble o conjunto, forzando la imagen del mismo, creando así una imagen desvirtuada que tiene como producto “lo que se espera que el turista vea”.

Para muchos el crear una realidad alternativa y no científica genera esa rentabilidad esperada de un inmueble patrimonial. Las necesidades de la población han provocado gran presión sobre el patrimonio por lo que es necesario “proteger los recursos patrimoniales y promover prácticas más adecuadas de conservación e interpretación de los mismos”[2].

Las expectativas irreales del turista (interno o extranjero) tienen una incidencia directa en el patrimonio. Se necesita por tanto el equilibrio de la autenticidad de los Conjuntos Patrimoniales (mantenida por los restauradores) y la valorización de las características cualitativas de los bienes (apreciadas por parte de la población guatemalteca).

En casos puntuales, muchos propietarios optan por abandonar sus inmuebles y rentarlos para uso de comercio, lo que resta al conjunto la autenticidad de una ciudad habitada. Por lo que los Centros Históricos se convierten en corazones muertos (centros que son transitados de día pero abandonados de noche). Esto pone en peligro el patrimonio intangible de la ciudades, volviéndolas centros comerciales, en donde el visitante aprecia los productos guatemaltecos mas no la cultura de éste país.

En respuesta del abandono de las ciudades, ya que sus pobladores que buscan un ingreso alternativo, las autoridades han impulsado el uso residencial en algunos Conjuntos Históricos tratando así de asegurar “su continuidad vital, con tal de que el destino moderno respete el carácter histórico y artístico de la obra”[3]. Pero la mayoría de Conjuntos Históricos carecen de la reglamentación y los incentivos para motivar a la población a habitar sus inmuebles y no convertirlos en comercio. Una ciudad con inmuebles patrimoniales debe albergar una mejor calidad de vida para sus habitantes, dándonos así una lectura de su historia, mediante su arquitectura y la sociedad a la que representa. Su carácter como centro de atracción turística no debe anteponerse a los intereses de la población que alberga.

Actualmente muchos apuestan por la premisa que el desarrollo guiado por la cultura sí es rentable. Para ello se necesita de la conciencia colectiva, la valoración del bien patrimonial como tal y dejar atrás la imagen de lo que vende para el turista. La autenticidad del patrimonio está en grave riesgo, se encamina a pasos agigantados a perecer ante la globalización que consume la identidad nacional. No nos queda más que generar proyectos auténticos y apegados al valor del bien, además se ser una población que aprecie su cultura por lo que es: excepcional y única. Estas premisas harán del patrimonio algo rentable y autentico.


[1] Artículo 4
Carta Internacional Sobre la Conservación y Restauración de Monumentos y de Conjuntos histórico-artísticos
Carta de Venecia ICOMOS
1964

[2] Cultura y Educación 1.10
Nueva Carta de Atenas
Normas del Consejo Europeo de Urbanistas (C. E. U.) para la planificación de ciudades
1998

[3] Resolución No. 2
Carta de Atenas
Conferencia de Atenas
1931

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