martes, 7 de abril de 2009

Turismo o no turismo… ese es el dilema

La selva es un mundo de una belleza fascinante; es la piel del planeta, el ambiente húmedo donde se formó nuestra especie. Los sentidos humanos están hechos para funcionar allí, en el verde sedante del follaje, bajo la bulla de los pájaros y la temperatura óptima para la piel… Uno comprende allí que los mayas rompieron el apretado techo de caoba y chicozapotes para escrutar desde sus observatorios otro silencio igualmente profundo pero aterrador: el del cosmos incandescente.
Mario Payeras: Literatura y revolución[1]
Entrevista por Claudio Albertani



El camino es de casi tres horas mas allá del asfalto, se deja la carretera que va a Melchor y del cruce selva adentro, el polvo queda alborotado por el paso del pick up; una parada breve en Yaxha, la vista fugaz de la laguna y seguimos para adentrarnos. Los violentos golpes y deslices, el verde presente y permanente que se despliega con orgánica sutileza.

Una parada obligatoria, el pick up varado, hombres cansados y enlodados que empujan al vehículo sin resultado alguno. Camino fuera de la senda amorfa y me percato de unas hojas verdes y amarillas que yacen inertes en el lodo, al acercarme cobran vuelo, en realidad eran mariposas, cuyo camuflaje las hace pasar por hojas. Ese primer contacto marcó nuestra experiencia en esos días de selva[2], huellas frescas de jaguar en el camino, cocodrilos nadando en la laguna, serpientes sigilosas y coloridas, pequeños venados que apenas se dejan capturar por el lente, tortugas que atraviesan el camino bajo el sol desgarrante, lúcidos despliegues de la naturaleza viva.

Machete en mano (herramienta elemental para las expediciones aparte de la flor de caña y la tortilla de harina), abriéndonos paso a través del camino arisco y alargado, lo verde cobra espesor y holgura recordándonos con su majestuosidad, su absoluto dominio sobre el hombre en esos planos selváticos, dicen los peteneros que si uno se aparta 100 metros del camino se pierde para siempre, devorado por la madre selva.

Llega el final del camino, el río Holmul se revela en la timidez del verano y no dudan en señalarnos a los habitantes del mismo: cocodrilos. El campamento es pequeño y sencillo, posee lo elemental para la subsistencia durante una temporada de campo[3]. La respectiva hidratación, el descanso breve en las bancas de madera rolliza y la continuación de la exploración. La hueste de zancudos que nos escolta por el recorrido. Una vereda conduce a los visitantes que por inercia siguen adentrándose hasta llegar a la Plaza Central. El cansancio se evapora ante la belleza sublime de las líneas limpias, rítmicas y geométricas; ese fue nuestro primer encuentro con Nakum[4]. Su forma dista de otras Ciudades Mayas, Nakum se distingue por su belleza y singularidad. Pequeña, sencilla, con los elementos básicos e imperativos de una urbe maya (calzadas, templos, palacios, plazas, patios), pero excepcional desde su concepción, constituye un diamante alojado en un manto selvático que lo protege y conserva.

Los trabajos de restauración e investigación arqueológica llevan ya más de una década, y durante nuestra breve estancia, pudimos apreciar su valor estético, científico, histórico y natural. Desde su concepción toda ciudad maya esta intrínsecamente ligada a su entorno natural. Desde el color rojo (que predomina en muchos de los acabados, mismo que contrasta en oposición al verde inmanente en su entorno), la verticalidad de sus edificios, la ubicación de los mismos tomando ventaja de la topografía natural del terreno, los materiales requeridos para la edificación, todo aspecto de la ciudad está ligado a la naturaleza que la alberga.

Siendo ésta relación simbiótica, imperativa para su creación y por lo tanto para su subsistencia, no podemos evadir cuestionarnos:

¿Podrá el impacto del turismo en masa incidir de forma negativa en la ciudad maya y su entorno?

Sin una experiencia personal con los sitios arqueológicos y su entorno inmediato, la apropiación no será posible, la permanencia de un bien patrimonial depende de la apropiación. La apropiación de bienes como Nakum requiere un turismo ecológico, consciente, respetuoso y previsivo para establecer una convivencia armónica con el entorno, a fin que no incidir de forma negativa en el mismo. La fragilidad tanto del bien patrimonial así como de su entorno es clara, por lo que un turismo descuidado e impertinente romperá el equilibrio existente.

Los frutos de las arduas labores de restauración e investigación no deben de disiparse en los adentros de la selva, los valiosos trabajos deben de ser apreciados por la población a la que pertenece el bien patrimonial. La restauración enfrenta retos herculeanos, en una era donde el mercantilismo amenaza con volver los sitios arqueológicos en parques de diversiones prefabricados. Por lo que el dilema del turismo o no turismo constituye una de las primeras preguntas que todo restaurador enfrenta.

A la población solo le queda escoger que tipo de visitante desea ser: el que aprecia la realidad científica de una manera respetuosa o el que quiere ir a ver a una disneylandia guatemalizada. Sumado a esto, el peligro de que la compleja Alma de la Ciudad Maya se extinga, perdida en el olvido de las selvas u opacada tras las malas interpretaciones de guías de turistas que venden una imagen llamativa y alejada de la realidad científica.

La mayoría de sitios arqueológicos yacen bajo el silencioso manto verde, mientras los pocos restaurados e investigados enfrentan el dilema supracitado, no nos queda más que recordar el valor de la apreciación de un bien por parte de la población y de como:


Lo que amas de verdad, eso es tu herencia verdadera[5]


[1] Fragmento sobre poesía, las ballenas y la música
Mario Payeras

[2] Ejercicio Profesional Supervisado
Primer semestre 2004
Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos de Guatemala
Parque Nacional Yaxha-Nakum-Naranjo

[3] Las temporadas de campo en algunos proyectos de restauración constan de 22 días de labores y 8 días de descanso.

[4] Nakum, sitio arqueológico ubicado dentro del Parque Nacional Yaxha-Nakum-Naranjo, a 27 Km de la carretera que va a Melchor de Mencos, Peten. Alcanza su apogeo en el Clásico Tardío. Se especula que Nakum significa “Ciudad de las Ollas”.

[5] Extracto del Canto LXXXV. Ezra Pound

No hay comentarios:

Publicar un comentario